Perdón

Toqué fondo. No hay palabras que puedan explicar la tristeza y frustración que llevo dentro. Y aun si intentara describirlo con el más preciso de los lenguajes, dudo que alguien pudiera comprender la profundidad de este dolor. Es un peso que he arrastrado por tanto tiempo, acumulándose en mis huesos, filtrándose por mi piel, hasta explotar en un llanto incontrolable. A veces lloramos por lo inmediato, por lo concreto, por el golpe directo de un evento desafortunado. Pero hay ocasiones en que el llanto se convierte en un desahogo ancestral, una liberación involuntaria de todas las heridas no cerradas, de los silencios tragados, de los momentos en los que debí gritar y no lo hice.

Siento que mi cuerpo no puede más. Hay un agotamiento que va más allá del físico, que nace en lo más profundo de mi ser y se extiende como raíces enredadas que me sujetan, impidiéndome avanzar. Pero lo más difícil no es el peso de esta tristeza, sino la sensación de no ser comprendida. ¿Cuántas veces he intentado explicarme, solo para encontrarme con miradas vacías, con respuestas que minimizan, con palabras que juzgan?

Y entonces me pregunto: ¿quién soy? Me gustaría pensar que soy lo que he vivido, lo que he hecho, lo que he dicho… pero esas respuestas no me llenan. La única certeza a la que llego es que soy lo que dicen los demás. Al final, parece que mi reflejo está moldeado por sus palabras.

Soy la persona de carácter difícil, eso dicen.

Soy la que reacciona exageradamente, eso dicen.

Soy la que no sabe controlarse, eso dicen.

Soy la que siempre está de mal humor, eso dicen.

Soy la que nunca es suficiente, eso dicen.

Y así, palabra tras palabra, han construido una imagen de mí que no sé si quiero, pero que al final termino creyendo. No porque sea cierta, sino porque se ha repetido tanto que ya no sé dónde termina la percepción de los otros y dónde comienza la mía.

Lo más doloroso no es que me etiqueten, sino que nadie se detenga a preguntar por qué. Nadie parece interesarse en la historia detrás de mis gestos, de mis reacciones, de mis silencios, de mis llantos. Solo importan los juicios, las críticas, los reproches. La tristeza de ser señalada, pero nunca entendida, se vuelve un ruido de fondo constante, un pensamiento que intento esquivar, pero que siempre regresa.

Y así llego a la conclusión más desgarradora de todas: tal vez tengan razón. Tal vez sí soy esa persona difícil de soportar. Tal vez sí soy una carga. Tal vez sí soy un error.

Por eso hoy pido perdón.

Perdón a mi familia por ser distante, por ser un enigma que nunca supieron descifrar. Perdón a mis amigos por el carácter que traigo conmigo, por las palabras que no supe medir. Perdón a quienes alguna vez me amaron y se alejaron, porque nunca lograron entenderme, o quizás porque nunca quise dejarme entender.

Perdón por ser así.

Perdón por no ser mejor.

Perdón por no ser lo que esperaban.

Perdón por ser lo que soy.




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